La verdadera contemplación no es un truco psicológico, sino
una gracia teológica.
-Thomas Merton

Si esperamos movernos más
allá de las superficialidades de nuestra
cultura -incluso de nuestra
cultura religiosa-, tenemos
que estar dispuestos a descender
a los silencios recreadores, al mundo interno de la contemplación. Todos los maestros de
la meditación se esfuerzan, en
sus escritos, por
hacer que despertemos a comprender el hecho de que
el universo es mucho más
grande que lo que
conocemos; que hay inmensas regiones internas
no exploradas que
son tan reales
como el mundo físico que "conocemos" muy bien. Nos hablan acerca de emocionantes
posibilidades de nueva vida y nueva libertad. Nos hacen un llamado a la
aventura, a ser pioneros en esta frontera del
espíritu. Aunque esto pueda sonar extraño a los oídos
modernos, sin ninguna
vergüenza debiéramos inscribirnos
como aprendices en la escuela de la oración contemplativa.
Conceptos erróneos comprensibles
El hecho
de que la
meditación sea una palabra
extraña a tus oídos es un triste
comentario sobre el estado espiritual del cristianismo moderno. La meditación
ha sido siempre una parte clásica y fundamental de la devoción cristiana, una
preparación decisiva para la oración y una obra conjunta con ella. Sin duda
alguna, parte de la ola de interés
en la
meditación oriental se debe a
que las iglesias han abandonado este
campo. Es sumamente
deprimente que un estudiante universitario
que busca conocer la
enseñanza cristiana sobre la
meditación, descubra que son pocos los maestros vivientes de la oración contemplativa, y que casi
todos los escritos serios sobre este tema son de hace siete siglos o más.
No es raro que el estudiante se
vuelva al Zen, o al Yoga o a la
Meditación Trascendental.
Ciertamente la meditación no fue extraña a los autores de
la Escritura. "Y
había salido Isaac
a meditar al
campo, a la hora de la tarde" (Génesis 24:63).
"Cuando me acuerde de ti en mi lecho, cuando medite en ti en las
vigilias de la noche" (Salmos
63:6). Estas eran personas que
estaban cerca del corazón de
Dios. Dios no les habló por cuanto tenían capacidades especiales, sino porque
estaban dispuestos a oír. Los salmos cantan virtualmente las meditaciones
del pueblo de Dios en
la ley de Dios. "Se anticiparon mis ojos a
las vigilias de la noche,
para meditar en tus mandatos" (Salmos 119:148). El salmo que sirve
de presentación para todo el Salterio, llama al pueblo a emular al varón "bienaventurado" que
"... en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche" (Salmos 1:2).
Los escritores cristianos, a
través de los siglos, han hablado acerca
de una manera
de oír a
Dios, de comunicarse
con el Creador del
cielo y de
la tierra, de
experimentar al Amante eterno del mundo.
Pensadores magníficos como Agustín, Francisco de Asís, Francois Fénelon, Madame Guyon, Bernardo de Clairvaux, Francisco de Sales, Juliana de Norwich,
Hermano Lawrence, George Fox,
John Woolman, Evelyn
Underhill, Thomas Merton, Frank Laubach, Thomas Kelly y muchos otros
hablaron acerca de este camino más excelente.
La Biblia nos dice que Juan
"estaba en el Espíritu en el día del Señor" (Apocalipsis 1:10),
cuando recibió la visión apocalíptica. ¿Podría ser que Juan estaba preparado de
una manera que podía oír y
ver y que
nosotros hemos olvidado?
R. D. Laing escribe: "Vivimos en un mundo
secular ... Hay una profecía en Amós según la cual vendrá un tiempo en que
habrá hambre en la tierra, 'no hambre
de pan, ni
sed de agua,
sino de oír
la palabra de Jehová'.
Este tiempo ha
llegado ahora. Es
la era presente"."
Tengamos el valor de colocarnos al lado de
la tradición bíblica y aprendamos
una vez más el arte antiguo (y sin embargo, contemporáneo) de la meditación. Unámonos al salmista y declaremos: "Pero
yo meditaré en
tus mandamientos" (Salmos 119:78).
Luego hay
los que piensan
que la idea
cristiana de meditación
es sinónima del
concepto de meditación
basado en la religión
oriental. En realidad, son
dos mundos separados.
La meditación oriental es un intento
de desocupar la
mente; la meditación cristiana
es un intento de desocupar la mente a fin de llenarla. Las dos ideas son
radicalmente diferentes.
Todas las
formas de meditación
oriental destacan la necesidad de despegarse del mundo. Se hace hincapié en perder la
personalidad y la individualidad y fusionarse con la mente cósmica. Hay
un anhelo de ser librado de las cargas y los dolores de esta vida y ser
absorbido en la bienaventuranza suspendida y sin esfuerzo
del Nirvana. La identidad personal se pierde en una
mancomunidad de conciencia cósmica. El desprendimiento es la meta final de la
religión oriental. Es un escape de la rueda miserable de
la existencia. No hay
Dios al cual unirse
ni del cual oír. El Zen y el
Yoga son formas populares de este enfoque. La Meditación Trascendental tiene
las mismas raíces budistas, pero en su
forma occidental es algo
así como una aberración. En su
forma popular, la
Meditación Trascendental es
meditación para el materialista. Para practicarla, uno ni necesita
creer, para nada, en el reino espiritual. Es sólo un método de controlar las
ondas cerebrales a fin de
mejorar el bienestar
fisiológico y emocional. Las formas de
meditación trascendental más avanzadas
envuelven la naturaleza
espiritual, y entonces
toman exactamente las mismas características de las demás religiones
orientales.
La meditación
cristiana va mucho más
allá de la idea del desprendimiento. Hay necesidad de
desprendimiento: "el día de reposos
de la contemplación", como
lo llama Pedro
de Celles, un monje benedictino
del siglo XII. Pero nosotros tenemos que
pasar a
la adhesión. El
desprendimiento de la
confusión que está alrededor de
nosotros es para tener adhesión más fuerte a Dios ya los demás seres humanos.
La meditación cristiana nos conduce a una integridad interna, necesaria para
entregarnos a Dios libremente; y a la percepción espiritual,
necesaria para atacar los males sociales. En este sentido, es la más práctica
de todas las disciplinas.
Hay un peligro al pensar sólo en la función del
desprendimiento, como lo indicó Jesús en su relato acerca del hombre que había
quedado vacío de lo malo, pero que no se llenó de lo bueno.
Cuando el espíritu
inmundo sale del hombre, ... va, y
toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y el postrer estado
de aquel hombre viene a ser peor que el primero.
-Lucas 11:24-26
Algunos huyen
de la meditación
por temor a
que sea demasiado difícil, demasiado complicada. Tal
vez sea mejor dejársela al profesional
que tiene más tiempo para explorar las regiones internas. De ningún modo. Los expertos reconocidos en este sentido
nunca informan que
están realizando un viaje
a favor de los
pocos privilegiados, de
los gigantes espirituales.. Ellos se reirían de tal
idea. Ellos pensaron que lo que estaban
realizando era una actividad humana
natural, tan natural
y tan importante como
la respiración. Ellos
nos dirían que no
necesitamos ningunos dones especiales ni
facultades síquicas. Lo único
que necesitamos es
disciplinar y ejercitar
las facultades latentes que hay
dentro de nosotros. Cualquiera que
pueda aprovechar la fuerza de la
imaginación puede aprender a
meditar. Si somos
capaces de poner
atención a nuestros
sueños, estamos dando los
primeros pasos. Thomas
Merton, uno que debió
saber esto, escribió:
"La meditación realmente
es muy sencilla; no
se necesitan muchas técnicas
elaboradas para enseñarnos cómo hacerlo"."
Sin embargo, a fin de que no
nos extraviemos, tenemos que entender
que no estamos empeñados en una obra impertinente. No estamos
invocando a ningún
paje cósmico. Es
un asunto serio e
incluso peligroso. Debiera
exigirnos el mejor
pensamiento y las
mejores energías. Nadie
debe emprender la meditación
por simple diversión o
porque otros la practican. Los que entran a ella con indiferencia,
ciertamente fracasarán. P. T. Rohrbach
escribió: "La mejor preparación
general para tener buen éxito
en la meditación
es la convicción
personal de su importancia y
una firme determinación de
perseverar en su práctica"." Como cualquier obra
seria, es más difícil en las etapas de aprendizaje. Tan
pronto como estamos
capacitados-cuando hemos terminado
el aprendizaje-, se
convierte en parte de
los patrones habituales
que están arraigados en
nosotros. "Esperar en
Dios no es
ociosidad -dijo Bernardo de Clairvaux-, sino un trabajo que golpea a
todos los demás trabajos para el
inexperto que se dedica a él"."
Luego hay aquellos que piensan
que el camino de la contemplación es
impráctico y que está completamente fuera de contacto con el siglo XX.
Hay el temor de que la meditación conduzca a la clase
de persona, como
el ascético Padre
Ferapont que inmortalizó Dostoievski
en su obra Los
hermanos Karamazou. Este era
una persona rígida, farisaica, quien por puro esfuerzo se libera del
mundo, y luego lanza maldiciones
sobre él. En el mejor de los casos, tal meditación nos conduciría a otra
mundanalidad no saludable, que nos mantiene inmunes al sufrimiento de la
humanidad.
Tales evaluaciones están
lejos del blanco.
De hecho, la meditación es lo
que puede dirigir
de nuevo nuestra
vida de tal modo
que podamos hacer frente
con éxito a
la vida humana. Thomas Merton escribió: "La
meditación no tiene objeto ni realidad a menos que esté firmemente arraigada en
la vida'" Históricamente, ningún grupo ha hecho más hincapié en la necesidad de entrar a oír los silencios que
los cuáqueros, y el resultado ha sido una influencia social vital muy abundante
en el número de ellos. Los contemplativos mismos fueron
individuos de acción. Meister Eckhart escribió: "Aun si un hombre fuera arrebatado hasta
el tercer cielo como San Pablo, y en esta condición supiera que otro hombre
tiene necesidad de alimento, sería me- jor que le diera de comer, y no que permaneciera en éxtasis"."
A menudo, la meditación producirá
discernimientos profundamente
prácticos, casi mundanos.
La persona recibirá
instrucción sobre cómo relacionarse con su esposa o con su esposo, o
sobre cómo tratar algún problema
sensible o la situación de algún negocio.
Más de una vez he recibido
ayuda sobre la actitud que debo tener al dar una conferencia
en una universidad. Es maravilloso cuando
alguna meditación particular conduce al
éxtasis, pero es mucho más común recibir ayuda en cuanto a cómo hacer frente a los problemas
humanos ordinarios. Morton Kelsey dijo:
“Lo que hacemos con nuestra vida externamente,
la buena manera de cómo nos preocupamos
por los demás, es una parte tan
importante de la
meditación como lo que hacemos
en la quietud y
cuando nos volvemos
hacia adentro. De
hecho, la meditación cristiana
que no produce ninguna diferencia
en la cualidad de la vida externa de
uno, está en cortocircuito. Puede fulgurar por algún tiempo, pero a menos que
dé como resultado el hallazgo de
relaciones más ricas y amorosas con los demás seres humanos, o el
cambio de las condiciones del mundo que causan el sufrimiento humano, es posible que la
actividad de oración del
individuo fracase."
El concepto
erróneo más común de todos es que
la meditación es una forma
religiosa de manipulación sicológica.
Puede tener valor como medio para bajar la presión sanguínea o para aliviar
la tensión. Incluso, puede ofrecernos algunos discernimientos
significativos al ayudarnos a ponernos en contacto con nuestra mente subconsciente.
Pero la idea de un contacto real y de comunión con la esfera de existencia
espiritual suena como algo anticientífico y vagamente irrazonable. Si piensas
que vi- vimos en
un universo puramente físico,
considerarás la meditación como una
buena manera para obtener un patrón de onda cerebral alpha. (La Meditación Trascendental
intenta proyectar exactamente esta imagen, lo cual la hace sumamente atractiva
para los hombres y las mujeres seculares). Pero si crees que vivimos en
un universo creado por el
Dios infinito y personal que se
deleita en que nosotros tengamos comunión con él, en- tenderás
la meditación como una comunicación entre el Amante y el ser amado.
Eso fue lo que
dijo Alberto el Grande con las siguientes palabras:
"La contemplación de los santos
es pro- movida por el amor del
Ser a Quien contemplan: es decir, Dios".
Estos dos
conceptos de meditación
están completamente opuestos. El uno
nos confina a una experiencia
totalmente humana; el otro nos lanza a
un encuentro de lo divino con lo hu- mano.
El uno habla acerca de la exploración del subconsciente; el otro
se refiere a
"reposar en Aquél a
quien hemos hallado, quien nos
ama, nos oye, viene
a nosotros y nos acerca a
él".12 Los dos pueden parecer religiosos y aun usar la jerga
religiosa, pero el primero, en último análisis, no puede hallar lugar para la realidad espiritual.
¿Cómo, entonces podemos
llegar a creer
en el mundo
del espíritu? ¿Mediante la fe
ciega? De ninguna manera. La
realidad interna del mundo
espiritual está disponible para todos los que
estén dispuestos a buscarla. Con frecuencia he
descubierto que aquellos
que con tanta
libertad desprestigian el mundo
espiritual, nunca se
han tomado ni
siquiera diez mi- nutos para investigar si tal mundo existe
realmente o no. Como en cualquier
otro empeño científico,
nos formamos una
hipó- tesis y experimentamos con ella para ver si es verdadera o no. Si
nuestro primer experimento falla, no desesperemos, ni califiquemos
todo el asunto de
fraudulento. Volvamos a examinar nuestro procedimiento, y tal
vez ajustemos la hipótesis y volvamos
a hacer el experimento. Por lo
menos, debiéramos tener la sinceridad
de perseverar en este trabajo hasta el mismo punto en que lo haríamos en cualquier campo de la ciencia.
El hecho de que muchísimos no estén
dispuestos a hacer eso, no traiciona su inteligencia, sino su prejuicio.
El deseo de oír la voz viviente de Dios
Hay ocasiones en que todo lo que
hay dentro de nosotros dice "sí" a las siguientes líneas de Frederick W. Faber:
Sólo sentarme y pensar en Dios,
[Oh, qué gozosa emoción!
Tener el pensamiento y respirar
el Nombre:
[No hay en la tierra mayor bendición!"
Pero los que meditan saben que la reacción más frecuente es la inercia
espiritual, una frialdad y falta de deseo. Parece que los seres
humanos tienen una
tendencia perpetua a
que alguna otra persona
hable con Dios
por ellos. Nos
contentamos con recibir el
mensaje de segunda mano. En el
Sinaí, el pueblo clamó a Moisés:
"Habla tú con nosotros, y
nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos" (Éxodo 20:19).Uno de los
errores fatales de Israel fue que insistió en tener un rey humano, en vez de confiar en el gobierno teocrático de
Dios sobre ellos. Podemos detectar un dejo de tristeza en las palabras del
Señor: "... a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos" (1
Samuel 8:7). La historia de la religión es la historia de una lucha casi desesperada por tener un rey, un mediador, un sacerdote, un
intermediario. De esta manera, no tenemos que acudir a Dios personalmente. Tal enfoque
nos salva de la necesidad
de cambiar, pues estar en la presencia de Dios es cambiar. Este sistema es
muy conveniente porque nos da la ventaja de la respetabilidad religiosa, sin
exigirnos transformación moral.
Esa es la razón por la cual la
meditación es tan amenazadora para nosotros. Osadamente nos llama a que entremos de modo personal en
la presencia viviente
de Dios. Nos
dice que Dios habla en el continuo presente y quiere
dirigirse a nosotros. Je- sús y los escritores del Nuevo Testamento indicaron
claramente que esto no es sólo para los profesionales religiosos -los sacer- dotes-,
sino para todos. Todos
los que reconocen a Jesucristo como
Señor constituyen el sacerdocio universal de Dios y, como tales, pueden
entrar al lugar santísimo y conversar con el Dios vivo.
Parece muy
difícil hacer creer a las
personas, que pueden oír la voz de Dios. Los miembros de
la Iglesia del Salvador, en Washington, D. C., han estado
haciendo experimentos en este campo durante
algún tiempo. He
aquí la conclusión
de ellos:
"Pensamos que somos
personas de los siglos XX y XXI; no obstante,
tenemos indicaciones de que
uno puede recibir instrucciones tan
claras como las que se dieron a Ananías:
'Levántate, y ve a la calle que se llama
Derecha' (Hechos 9:11)"
¿Por qué no? Si
Dios está vivo y
activo en los asuntos de los
seres hu- manos, ¿por qué no puede ser oída y obedecida su voz hoy?
Claro que puede ser oída, y es oída, por todos aquellos que lo conozcan cómo
actual Maestro y Profeta.
¿Cómo
recibimos el deseo de oír su voz?
"Este deseo de volver es un
don de gracia. Cualquiera que imagine
que simplemente puede comenzar a
meditar sin pedir el deseo y la gracia para comenzar la meditación, debieran tomarse como una promesa
implícita para las posteriores gracias"
El hecho
de buscar y recibir ese "don
de gracia" es lo único que
puede mantenernos moviéndonos hacia adelante en la jornada interna.
Preparación para meditar
Cuando se haya logrado cierto
aprovechamiento en la vida interior, es
posible practicar la
meditación casi en
cualquier parte y bajo cualquier
circunstancia. Tanto el
hermano Lawrence en el siglo XVII, como Thomas Kelly en el siglo XX, dan elocuente testimonio
de este hecho.
Habiendo dicho esto,
sin embargo, tenemos que comprender la importancia de que principiantes y expertos por
igual dediquen alguna parte de
cada día a la meditación formal. Si incontables millares de personas pueden
apartar veinte minutos dos veces al día para recitar un versículo védico de
invocación mística, no debemos tener menos dedicación a los ratos establecidos
para la meditación.
Tan pronto
como lleguemos a la
convicción de que necesitamos apartar ratos específicos para la
contemplación, tenemos que cuidarnos de la idea de que realizar ciertos actos
religiosos en determinados momentos
significa que, finalmente, estamos meditando.
Esta actividad envuelve toda la vida.
"Orad sin cesar", exhortó Pablo (1 Tesalonicenses 5:17). Con una pincelada de humor, Pedro de Celles dijo:
"... el que ronca en la noche del vicio
no puede conocer la luz de la contemplación".
Tenemos que
llegar a comprender,
por tanto, cuán funda- mental todo
nuestro día es en la
preparación para los
ratos específicos de meditación.
Si constantemente nos está arrebatando la actividad frenética, no
podremos estar atentos al momento
del silencio interno. Una mente que está
atormentada y fragmentada por los asuntos externos, difícilmente estará pre- parada
para la meditación. Los
Padres de la
iglesia hablaron frecuentemente
acerca del otium sanctun: "ocio
santo". La ex- presión
se refiere a
un sentido de equilibrio en la vida, a una
capacidad para uno estar tranquilo en medio de las actividades del día,
una capacidad para
descansar y tomar
tiempo para disfrutar la belleza,
una capacidad para regular nuestros pasos. Con la tendencia que tenemos a definir a
las personas en función de lo que producen, haríamos bien en cultivar el
"ocio santo". Y si esperamos tener éxito en el arte de
la contemplación, tenemos que proseguir
el "ocio santo" con una determinación in- sensible a la libreta en
que anotamos los compromisos.
¿Y qué diremos del lugar para la meditación? Este aspecto lo explicaremos
detalladamente cuando estudiemos
la disciplina del retiro.
Por ahora bastan unas pocas palabras. Consigue un lugar que sea
tranquilo y esté libre de
interrupciones. No debe haber teléfono cerca. Si es
posible conseguir un lugar desde el cual puedan observarse los árboles o
las plantas, mucho mejor. Es mejor
tener un lugar
determinado, y no
buscar un sitio diferente cada
día.
¿Y la postura?
En cierto sentido,
la postura no
establece ninguna diferencia en absoluto; puedes orar en cualquier
parte, a cualquier hora y en cualquier posición. En
otro sentido, sin embargo, la
posición es de absoluta importancia. El cuerpo, la mente y el espíritu son
inseparables. La tensión del espíritu se transmite en
lenguaje corporal. He
visto personalmente a individuos
que pasan todo un culto de adoración
masticando chicle, sin que tengan la más leve conciencia de su profunda tensión interna. La postura externa no sólo refleja
el estado interno, sino que también puede ayudar a alimentar la actitud interna
de oración. Si internamente estamos atestados de distracciones y ansiedad,
una postura de paz y
relajamiento escogida conscientemente, tendrá
la tendencia a
calmar nuestra agitación interna.
No hay ninguna ley que prescriba
una postura correcta. En la Biblia aparecen
todas: desde la posición en que el individuo se
postra en tierra hasta la
posición de pie con las manos y
la cabeza levantadas hacia el
cielo. La posición del loto, que usa la religión oriental, es
simplemente otro ejemplo -nouna ley- de postura.
El mejor enfoque sería conseguir una posición que sea la más cómoda y la que permita menos
distracción. El deleitoso
místico del siglo
XIV, Richard Rolle, favorecía
la posición sentada: "... porque yo sabía que ... duraba más
... que andar, o estar de pie, o estar de
rodillas. Porque sentado estoy más
descansado, y mi
corazón está más hacia arriba"." Estoy muy de acuerdo, y me
parece mejor sentarme en una silla recta, con la espalda correctamente colocada en la silla y los dos pies descansando
completamente en el piso. La postura
desgarbada indica falta de atención,
y las piernas
cruzadas restringen la circulación sanguínea. Algunas veces es
bueno cerrar los ojos a fin
de quitar las
distracciones y centrar
la atención en el Cristo
viviente. En otras oportunidades ayuda el mirar los bellos árboles
y plantas con el mismo
propósito. Sin considerar cómo se haga, el objetivo es centrar la atención del
cuerpo, las emociones, la mente y
el espíritu en "la gloria de Dios en la
faz de Jesucristo" (2 Corintios 4:6).
Cómo meditar: primeros pasos
Algunos individuos
pueden tener la capacidad de
contemplar en un
vacío sin imagen,
pero la mayoría
necesita estar arraigados más
profundamente en los
sentidos. Jesús enseñó de
esta manera, apelando
constantemente a la imaginación y a los
sentidos. En su obra Introduction to the
Devout Life, Francisco de Sales escribió:
Por medio
de la imaginación
confinamos nuestra mente dentro del misterio en
el cual meditamos, para que no vague de
una parte para otra, así
como encerramos un pájaro en la jaula, o como atamos un halcón con una traílla para que permanezca cerca. Algunos tal vez te digan que
es mejor usar el simple
pensamiento de la fe y concebir el tema de una manera completamente mental y
espiritual en la representación de los misterios o, de otro
modo, imaginar que las cosas ocurren en tu propia alma. Este método es demasiado sutil para los principiantes.
Nosotros simplemente tenemos que
convencernos de la importancia de pensar
y experimentar por
medio de imágenes. Eso nos venía espontáneamente
cuando éramos niños, pero durante años se nos ha enseñado a descartar la
imaginación, aun a tenerle miedo.
C. G. Jung, en
su autobiografía, describe
lo difícil que fue para él humillarse y volver a jugar con la imaginación como un
niño. También indica
el valor de esa
experiencia. Precisamente, así como los niños necesitan aprender a pensar
lógicamente, los adultos necesitan volver a descubrir la mágica realidad de la
imaginación.
Ignacio de Loyola, en
su libro Spiritual Exercises of
St. Ignatius, constantemente anima a
sus lectores a
representarse mentalmente las historias del Evangelio.
Toda contemplación que él dio
estaba diseñada para abrir la imaginación.
Incluyó una meditación que es un intento por ayudar a utilizar los cinco
sentidos cuando nos representamos mentalmente
los eventos del Evangelio.
El volumen de ejercicios de
meditación, con su hincapié en
la imaginación, ejerció
una tremenda influencia hacia lo bueno en el siglo XVI.
Para aprender
a meditar podemos
comenzar con nuestros sueños, ya que eso envuelve sólo un
poco más de atención a algo que ya estamos haciendo. Durante quince siglos, los
cristianos mayormente consideraron que los sueños eran una manera natural en
que el mundo espiritual irrumpía en nuestra vida. Kelsey, quien
escribió el libro
Dreams: The Dark
Speech of the Spirit, anota:
"... todos los principales Padres de la iglesia primitiva, desde Justino
Mártir hasta Ireneo, y desde Clemente y Tertuliano hasta Orígenes y Cipriano,
creyeron que los sueños eran un medio de revelación"."
Con el
racionalismo del Renacimiento
vino cierto escepticismo
acerca de los
sueños. Luego, en
los días formativos
del desarrollo de la
sicología, Freud hizo
hincapié esencialmente en el
lado negativo de los
sueños, ya que casi toda su investigación se dedicó a la enfermedad mental. Por
tanto, los hombres modernos han tenido la tendencia de pasar completamente por alto
los sueños, o de temer que el interés en
ellos pudiera conducir a la neurosis. No tiene que ser así; de hecho, si
les ponemos atención a los sueños, pueden ayudarnos a hallar creciente madurez
y salud.
Si estamos convencidos de
que los sueños pueden servir como llave para
destrancar la puerta
del mundo interno,
podemos hacer tres cosas prácticas.
En primer lugar, podemos orar específicamente
para invitar a Dios
a que nos
informe a través de
los sueños. Debemos decirle que
estamos dispuestos a permitir que nos hable de esta manera. Al mismo tiempo, es prudente pedirle
protección, ya que el hecho de abrir nuestras puertas a
la influencia espiritual
puede ser peligroso,
así como también puede ser
provechoso. Simplemente le pedimos a
Dios que nos rodee de su
protección mientras él mismo se comunica con nuestro espíritu.
En segundo
lugar, debemos comenzar
a escribir nuestros sueños. Las personas no recuerdan
los sueños por cuanto no les ponen atención. El
hecho de llevar un registro de nuestros sueños es. Una manera de
tomarlos en serio. Por supuesto, es necio considerar que todo sueño
es tan profundamente significativo como una revelación de
Dios. La única actitud que es aún más necia es
la de considerar
que todos los
sueños son sólo
algo caótico e irracional.
Al escribir nuestros sueños, comienzan
a surgir ciertos patrones
y vienen ciertos
discernimientos. No pasará
mucho tiempo antes que nos
sea fácil distinguir entre los
sueños significativos y los que son el resultado de haber visto una película
en horas avanzadas de la noche
anterior.
Esto nos lleva a
la tercera consideración: cómo
interpretar los sueños. La
mejor manera para descubrir
el significado de los sueños consiste en pedir. "... no tenéis lo que deseáis, por- que no pedís" (Santiago
4:2). Podemos confiar que Dios nos dará discernimiento, si
lo necesitamos y cuando sea
necesario. Algunas veces
resulta útil buscar a
aquellos que tienen capacidades especiales
para estas cosas.
Benedicto Pererius, un je- suita del siglo
16, sugirió que el mejor intérprete de sueños es "... la persona
que tenga abundante experiencia en el mundo de los asuntos de la humanidad, y
que tenga un amplio interés en todo lo
humano, y que esté accesible a la voz de
Dios"."
Cómo meditar: ejercicios específicos
Presento, a
continuación, algunas
sugerencias que te ayudarán a meditar.
Internamente, puedes orar como sigue: "Señor, te entrego la ira que siento
contra Juan. Renuncio al temor que me
produjo la cita con el odontólogo
esta mañana. Te entrego mi afán por
no tener suficiente dinero para pagar las cuentas de este mes. Renuncio
a la frustración que me vino al tratar
de hallar alguna persona para que se
quedara con los niños esta noche". Luego
de varios momentos de entrega, levanta tus manos como símbolo de tu deseo de
recibir del Señor. Tal vez ores en
silencio:' "Señor, me gustaría
recibir tu amor
divino para Juan, tu paz con
respecto a la cita con el odontólogo, tu paciencia, tu gozo". Después de
haberte concentrado, pasa el resto del tiempo
en completo silencio.
No pidas nada.
Permite que el Señor te
hable, que te amé. Si percibes algunas impresiones o instrucciones,
bien; si no, bien.
Otra meditación que te ayuda a
concentrarte comienza con- centrándose uno
en la respiración.
Después de sentarte cómodamente,
poco a poco ve pensando en tu respiración. Haz una oración internamente como la que
sigue: "Señor, exhalo mi te- mor al
examen de Geometría; inhalo tu paz.
Exhalo mi apatía espiritual;
inhalo tu luz y tu vida".
Luego, quédate en silencio externamente
y en el sentido interno. Está atento al Cristo que vive en ti.
Si tu atención divaga hacia la
carta que tienes que dictar, o hacia
las ventanas que
hay que limpiar,
exhala ese asunto en los brazos
del Señor y toma su divino aliento de paz. Luego, vuelve a oír.
Termina cada meditación con una
genuina expresión de acción de gracias.
Después que
hayas logrado alguna
experiencia en la concentración,
agrega un período de cinco
a diez minutos de
meditación en algún aspecto de la creación. Escoge algo del mundo creado:
un árbol, una planta, un ave, una hoja, una nube; y cada día reflexiona en ello con detenimiento y oración. Dios, quien hizo los cielos y la tierra, usa
su creación para mostrarnos algo de su
gloria y darnos algo de su vida. "La manera más simple y más
antigua ... en que Dios se manifiesta es
... a través de la tierra y en la
tierra misma. Y él aún nos habla
a través de la tierra y del
mar, de las aves que
hienden los aires y de los pequeños
seres vivientes del mundo, si nosotros podemos tranquilizarnos y
ponerle atención.'?' No
debemos pasar por alto los medios de gracia de Dios. Evelyn
Underhill nos advierte lo siguiente:
Eludir la naturaleza, rechazar su
amistad e intentar saltar el río de
la vida con la esperanza
de hallar a Dios
en el otro lado
es el error común de un misticismo pervertido ... Así que debes comenzar con aquella primera forma de contemplación que los
antiguos místicos algunas
veces llamaron "el
descubrimiento de Dios a través de sus criaturas"."
Después de practicar durante
algunas semanas las sugerencias de meditación que acabamos de mencionar,
querrás agregar la meditación bíblica. Como el eje de una rueda, así la meditación bíblica llega a ser el punto de
referencia central por el cual se mantienen en su adecuada perspectiva todas
las demás meditaciones. Todos los maestros consideran la meditatio Scripturarum como
el fundamento normal
de la vida
interior, En tanto que
el estudio bíblico se
centra en la exégesis,
la meditación bíblica se
fundamenta en la internación y en la
aplicación personal del
pasaje. La Palabra
escrita se convierte
en palabra viviente por medio de
la cual Dios te dirige.
Toma un sólo evento como la resurrección, o una parábola, o unos pocos versículos, o aun una
simple palabra, y permite que se
arraigue en ti. Trata de vivir esa experiencia, y recuerda el consejo de
Ignacio de Loyola en el sentido de aplicar los cinco sentidos a la tarea.
Percibe el olor del mar. Oye el vaivén de las aguas en la costa. Ve la multitud. Siente el sol sobre tu
cabeza y el hambre en tu estómago. Tómale el sabor a la sal en el aire. Toca
el borde del vestido del
Señor. Francisco de Sales
nos da las siguientes instrucciones:
... represéntate en
la imaginación todo
el misterio en el cual
deseas meditar, como si realmente ocurriera en su presencia. Por ejemplo, si
deseas meditar en el Señor Jesucristo cuando estaba en la cruz, imagínate que estás en el monte Calvario, y que allí
ves y oyes
todo lo que se
hizo o se dijo el
día de la crucifixión.
Cuando entras en la historia, no
como un pasivo observador, sino como un activo participante, recuerda que por
cuanto Jesús vive en el
eterno ahora y no está limitado
por el
tiempo, este evento pasado es una experiencia viviente actual para
él. Por tanto, encuentras realmente
al Cristo viviente en el evento; él te puede dirigir su voz y puedes ser
tocado por su poder sanador. Esto puede ser más que un ejercicio de la imaginación; puede ser una genuina
confrontación. Jesucristo vendrá realmente a ti. El tiempo de meditación no es para hacer
estudios técnicos de las palabras, ni para el análisis, ni siquiera para copiar
materiales para compartir con
los demás. Aparta todas
las tendencias hacia la arrogancia y, con un corazón humilde, recibe la palabra que
Dios te dirige. A menudo, encuentro que estar de
rodillas es algo
especialmente apropiado para
este tiempo específico. Dietrich
Bonhoeffer dijo: "...
así como no analizas las palabras de un ser que amas, sino
que las aceptas tal como se te
dicen, acepta la Palabra de
Dios y pésala en tu corazón, como lo hizo María. Eso es todo.
Eso es meditación"."
Cuando Bonhoeffer fundó el seminario en
Finkenwalde, se convino en establecer
media hora de meditación conjunta en
la Escritura, y ésta fue una
práctica para todos los seminaristas y los miembros de la
facultad.
Es importante resistir la tentación de pasar por encima de muchos
pasajes bíblicos superficialmente. Nuestra premura re- fleja el estado interno
en que nos encontramos, y este estado es
el que necesita ser transformado.
¡Bonhoeffer recomendó pasar toda una semana en
un solo texto! Además, querrás vivir con el texto escogido a través
de todo el día.
Otra forma de meditación tiene
como objeto llevarte a una profunda comunión
con el Padre en que lo miras
a él, y
él te mira a ti. Imagínate que estás andando por un bello
sendero en el bosque. Tómate tu tiempo
y permite que el estridente ruido de la
inmensa ciudad moderna sea dominado por
el murmullo de las hojas y de las
frescas corrientes de la
floresta. Después de observarte
un rato, toma
la perspectiva de uno
que está caminando, en
vez de tomar la de uno
que está siendo observado. Trata
de sentir la
brisa en tu
cara, como si estuvieras llevándote suavemente toda
la ansiedad. Détente en el camino a pensar en
la belleza de las flores
y las aves. Cuando puedas experimentar
la escena con todos los sentidos, el sendero va
a parar sobre una loma bella y herbosa. Sal a caminar por la gran pradera
frondosa rodeada de imponentes pinos.
Después de ex- plorar la pradera
un rato, acuéstate
de espaldas mirando
al cielo azul y a las
nubes blancas. Disfruta
de los paisajes y de los olores. Da gracias al Señor por la belleza.
Otra de las sugerencias de meditación es en algunos sentidos
completamente lo opuesto a la que acabo de explicar. Consiste en meditar en
los eventos de nuestro tiempo y tratar de percibir su
significación. Tenemos la obligación de penetrar en el significado
más profundo de los
eventos y de
las presiones políticas, no
para conseguir el poder, sino
para conseguir la perspectiva profética. Thomas Merton dijo
que la persona
... que ha meditado en la pasión
de Cristo, pero no ha meditado en los
campos de exterminio
de Dachau y
Auschwitz, aún no ha entrado en la experiencia del cristianismo de
nuestro tiempo ... En realidad, el contemplativo, por encima de
todo, debe rumiar estas terribles realidades
que son
muy sintomáticas, muy importantes, muy proféticas."
¡Esta forma de meditación se
realiza mejor con la Biblia en una mano y el periódico en la otra! Sin embargo, no tienes que ser controlado por
las absurdas frases políticas gastadas, ni por la propaganda que nos
atosiga hoy. Realmente, los
periódicos por lo general
son tan exageradamente superficiales
y están tan parcializados que no
sirven de mucha ayuda. Nosotros haríamos
bien en presentar los eventos de nuestro tiempo delante de Dios, y pedirle que
nos dé discernimiento profético para comprender a dónde conducen estas cosas.
Además, debiéramos pedirle que nos guíe
en cuanto a cualquier cosa que debiéramos hacer personalmente para ser
sal y luz en
nuestro mundo de- cadente y tenebroso.
No tienes que desanimarte si al
comienzo las meditaciones no tienen
ningún significado. Estás aprendiendo
un arte en el cual no has
recibido ningún entrenamiento. Nuestra
cultura tampoco te estimula
a desarrollar estas capacidades.
Estarás nadando contra la
corriente; pero anímate,
tu tarea es de inmenso valor.
Hay muchos otros aspectos en la
disciplina de la meditación que pudiéramos haber considerado con provecho. Sin
embargo, la medición no es un
hecho aislado, ni puede completarse a la manera como uno termina la
construcción de una silla. Es un modo de vida. Estarás aprendiendo y
creciendo constantemente mientras sondeas las
profundidades internas.