LA DISCIPLINA DE LA MEDITACIÓN

La verdadera contemplación no es un truco psicológico, sino una gracia  teológica.
-Thomas Merton


               En  la  sociedad  contemporánea nuestro adversario se especializa en tres cosas: ruido,   premura y multitudes. Si él puede mantenernos empeñados en la cantidad y en la muchedumbre, descansará satisfecho. El siquiatra C. G. Jung observó una vez: "La premura no es del diablo; es el mismo diablo".

               Si esperamos movernos  más  allá de las superficialidades de nuestra  cultura -incluso  de  nuestra  cultura  religiosa-,   tenemos  que  estar dispuestos a descender a los silencios recreadores,   al   mundo interno de la  contemplación. Todos los maestros  de  la  meditación  se esfuerzan,   en  sus  escritos,   por  hacer que  despertemos a  comprender el hecho  de que  el  universo es mucho  más   grande  que  lo que  conocemos; que  hay  inmensas regiones   internas  no  exploradas  que   son  tan  reales   como el mundo físico que "conocemos" muy bien.   Nos hablan acerca de emocionantes posibilidades de nueva vida y nueva libertad. Nos hacen un llamado a la aventura, a ser pioneros en esta frontera del  espíritu.   Aunque esto  pueda sonar extraño a los oídos modernos,   sin  ninguna  vergüenza  debiéramos  inscribirnos  como aprendices en la escuela de la oración contemplativa.

 Conceptos erróneos comprensibles


                Con frecuencia te haces la pregunta en cuanto a si se puede hablar de la  meditación como algo  cristiano.   ¿No es más  bien propiedad exclusiva de las  religiones orientales? Dondequiera que  hablo  a  algún grupo  sobre  la meditación como una disciplina  cristiana  clásica,   inevitablemente  se  levantan  las  cejas en  actitud  interrogante.   "Yo pensé que  el  grupo que  se llama Meditación Trascendental era el que trataba este asunto de la meditación." "¡No me diga que  usted nos va a dar un  versículo védico de invocación mística para que lo recitemos!"

               El   hecho  de  que  la  meditación  sea una palabra extraña  a tus oídos es un triste comentario sobre el estado espiritual del cristianismo moderno. La meditación ha sido siempre una parte clásica y fundamental de la devoción cristiana, una preparación decisiva para la oración y una obra conjunta con ella. Sin duda alguna, parte de la  ola de interés en  la  meditación oriental se debe  a que  las iglesias han abandonado este campo.   Es  sumamente  deprimente que  un estudiante  universitario  que  busca conocer  la  enseñanza  cristiana sobre  la  meditación,   descubra que  son pocos los maestros vivientes de la  oración contemplativa, y que  casi  todos los escritos serios sobre este tema son de hace siete siglos  o más.   No es raro que  el estudiante se vuelva al  Zen, o al  Yoga o a la  Meditación Trascendental.

               Ciertamente la  meditación no fue extraña a los autores de la  Escritura.   "Y  había  salido  Isaac  a  meditar  al   campo,   a  la hora de la tarde" (Génesis 24:63). "Cuando me acuerde de ti en mi lecho, cuando medite en ti  en  las vigilias de la  noche"  (Salmos  63:6). Estas eran personas que  estaban cerca del   corazón de Dios. Dios no les habló por cuanto tenían capacidades especiales, sino porque estaban dispuestos a oír. Los salmos cantan virtualmente las meditaciones del   pueblo  de Dios en  la  ley  de Dios. "Se anticiparon mis  ojos a  las vigilias de  la  noche,   para meditar en tus mandatos" (Salmos 119:148). El salmo que sirve de presentación para todo el Salterio, llama al pueblo a emular al  varón "bienaventurado" que "... en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche"  (Salmos 1:2).

               Los escritores cristianos, a través de los siglos, han hablado acerca  de  una  manera  de  oír   a   Dios,   de  comunicarse  con  el Creador  del   cielo  y  de  la  tierra,   de  experimentar  al   Amante eterno del  mundo.   Pensadores magníficos como Agustín, Francisco de Asís,   Francois Fénelon, Madame Guyon,   Bernardo de Clairvaux,  Francisco de Sales, Juliana de  Norwich,   Hermano Lawrence,   George   Fox,   John   Woolman,   Evelyn   Underhill, Thomas Merton, Frank Laubach, Thomas Kelly y muchos otros hablaron acerca de este camino más excelente.

               La Biblia nos dice que Juan "estaba en el Espíritu en el día del Señor" (Apocalipsis 1:10), cuando recibió la visión apocalíptica. ¿Podría ser que Juan estaba preparado de una manera que podía   oír   y  ver   y  que   nosotros  hemos   olvidado?  R.  D.   Laing escribe: "Vivimos en un mundo secular ... Hay una profecía en Amós según la cual vendrá un tiempo en que habrá hambre en la tierra,   'no  hambre  de  pan,   ni   sed  de  agua,   sino  de  oír   la palabra  de  Jehová'.   Este  tiempo  ha  llegado  ahora.   Es   la  era presente"."

               Tengamos el  valor de colocarnos al   lado de  la  tradición bíblica y aprendamos una vez más el arte antiguo (y sin embargo, contemporáneo) de la  meditación. Unámonos al  salmista y declaremos:   "Pero  yo  meditaré  en  tus  mandamientos"  (Salmos 119:78).

               Luego  hay  los  que  piensan  que  la  idea  cristiana  de  meditación  es   sinónima  del   concepto  de  meditación  basado  en  la religión  oriental.   En realidad,   son  dos  mundos  separados.   La meditación  oriental   es  un  intento  de  desocupar   la  mente;   la meditación cristiana es un intento de desocupar la mente a fin de llenarla. Las dos ideas son radicalmente diferentes.

               Todas  las  formas  de meditación oriental  destacan la  necesidad de despegarse del  mundo. Se hace hincapié en perder la personalidad y la individualidad y fusionarse con la mente cósmica.   Hay  un anhelo de ser librado de las cargas y los dolores de esta vida y ser absorbido en la bienaventuranza suspendida y sin  esfuerzo  del  Nirvana.   La identidad personal se pierde en una mancomunidad de conciencia cósmica. El desprendimiento es la meta final de la religión oriental. Es un escape de la rueda miserable  de  la  existencia.   No hay  Dios al   cual  unirse  ni   del cual oír. El Zen y el Yoga son formas populares de este enfoque. La Meditación Trascendental tiene las mismas raíces budistas, pero  en  su  forma  occidental es  algo  así   como una  aberración. En  su  forma  popular,   la  Meditación Trascendental es  meditación para el materialista. Para practicarla, uno ni necesita creer, para nada, en el reino espiritual. Es sólo un método de controlar las ondas cerebrales a  fin  de  mejorar el  bienestar fisiológico  y emocional. Las formas de meditación trascendental más avanzadas  envuelven  la   naturaleza  espiritual,   y  entonces  toman exactamente las mismas características de las demás religiones orientales.

          La  meditación  cristiana  va  mucho más  allá  de  la idea del desprendimiento. Hay necesidad de desprendimiento: "el día de reposos  de  la   contemplación",  como  lo  llama  Pedro  de  Celles, un monje benedictino del  siglo XII. Pero nosotros tenemos que pasar  a  la   adhesión.   El   desprendimiento  de  la   confusión  que está alrededor de nosotros es para tener adhesión más fuerte a Dios ya los demás seres humanos. La meditación cristiana nos conduce a una integridad interna, necesaria para entregarnos a  Dios  libremente; y a la percepción espiritual, necesaria para atacar los males sociales. En este sentido, es la más práctica de todas las disciplinas.

          Hay un peligro al   pensar sólo en la función del desprendimiento, como lo indicó Jesús en su relato acerca del hombre que había quedado vacío de lo malo, pero que no se llenó de lo bueno.

Cuando el   espíritu  inmundo  sale del   hombre, ... va,   y  toma otros siete espíritus peores que él;   y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.
-Lucas 11:24-26
          Algunos  huyen  de   la   meditación  por  temor  a  que  sea  demasiado difícil, demasiado complicada. Tal vez sea mejor dejársela al   profesional que tiene más tiempo para explorar las regiones internas.  De ningún modo.   Los expertos reconocidos en este  sentido  nunca  informan  que  están  realizando un  viaje  a favor   de   los  pocos  privilegiados,   de   los   gigantes  espirituales.. Ellos se reirían de tal idea.  Ellos pensaron que lo que estaban realizando  era  una  actividad  humana  natural,   tan  natural   y tan  importante  como  la   respiración.   Ellos  nos   dirían  que  no necesitamos ningunos dones especiales ni   facultades  síquicas. Lo  único  que  necesitamos  es  disciplinar  y  ejercitar  las  facultades latentes que hay dentro de nosotros.   Cualquiera que pueda aprovechar la fuerza  de  la  imaginación puede aprender a  meditar.   Si   somos  capaces  de  poner  atención  a  nuestros  sueños, estamos  dando  los   primeros  pasos.   Thomas  Merton,   uno  que debió  saber  esto,   escribió:   "La  meditación  realmente  es   muy sencilla;  no  se  necesitan muchas técnicas elaboradas para enseñarnos cómo hacerlo"."

               Sin embargo, a fin de que no nos  extraviemos, tenemos que entender que no estamos empeñados en una obra impertinente. No  estamos  invocando  a   ningún  paje  cósmico.   Es  un  asunto serio  e   incluso  peligroso.   Debiera   exigirnos   el   mejor   pensamiento  y  las  mejores  energías.   Nadie  debe  emprender la  meditación  por simple diversión  o porque  otros la practican.   Los que entran a ella con indiferencia, ciertamente fracasarán. P. T. Rohrbach  escribió:   "La mejor  preparación  general  para tener buen  éxito  en  la  meditación  es   la   convicción  personal   de   su importancia  y  una  firme   determinación  de  perseverar  en  su práctica"." Como cualquier obra seria, es más difícil en las etapas   de   aprendizaje.   Tan   pronto   como   estamos   capacitados-cuando  hemos  terminado  el   aprendizaje-,   se  convierte  en parte  de  los  patrones  habituales  que  están arraigados  en  nosotros.   "Esperar  en  Dios   no  es   ociosidad -dijo  Bernardo  de Clairvaux-, sino un trabajo que golpea a todos  los demás trabajos para el inexperto que se dedica a él"."

               Luego hay aquellos que piensan que el camino de la contemplación es  impráctico y que está completamente fuera de  contacto con el   siglo XX.   Hay el  temor de  que la meditación conduzca  a  la  clase  de  persona,   como  el   ascético  Padre  Ferapont que  inmortalizó  Dostoievski   en  su  obra  Los   hermanos  Karamazou. Este era una persona rígida,   farisaica,   quien por puro esfuerzo se  libera del   mundo, y  luego lanza maldiciones sobre él. En el mejor de los casos, tal meditación nos conduciría a otra mundanalidad no saludable, que nos mantiene inmunes al sufrimiento de la humanidad.

               Tales evaluaciones están lejos  del   blanco.  De hecho, la meditación  es   lo  que  puede  dirigir  de  nuevo  nuestra  vida  de  tal modo  que  podamos  hacer frente  con  éxito  a  la  vida  humana. Thomas Merton escribió: "La meditación no tiene objeto ni realidad a menos que esté firmemente arraigada en la vida'" Históricamente, ningún grupo ha hecho más hincapié en la  necesidad de entrar a oír los silencios que los cuáqueros, y el resultado ha sido una influencia social vital muy abundante en el número de  ellos.   Los contemplativos  mismos fueron  individuos  de  acción. Meister Eckhart escribió:  "Aun si un hombre fuera arrebatado hasta el tercer cielo como San Pablo, y en esta condición supiera que otro hombre tiene necesidad de alimento, sería me- jor que le diera de comer, y no que  permaneciera en  éxtasis"."

               A menudo, la meditación producirá discernimientos profundamente   prácticos,   casi   mundanos.   La   persona  recibirá  instrucción sobre cómo relacionarse con su esposa o con su esposo, o sobre  cómo tratar algún problema sensible o la  situación de algún  negocio.   Más  de una vez he  recibido  ayuda sobre  la  actitud que debo tener al dar una conferencia en una universidad. Es  maravilloso  cuando  alguna meditación particular conduce al  éxtasis, pero  es mucho  más común recibir ayuda en  cuanto a cómo hacer frente a los problemas humanos ordinarios. Morton Kelsey dijo:

“Lo que  hacemos con nuestra vida externamente, la  buena manera de cómo nos preocupamos por los demás, es una parte tan  importante  de  la  meditación  como lo que   hacemos  en  la quietud  y   cuando  nos  volvemos  hacia  adentro.   De  hecho,   la meditación cristiana que  no produce ninguna diferencia en  la cualidad de la vida externa de uno, está en cortocircuito. Puede fulgurar por algún tiempo, pero a menos que dé como resultado el hallazgo de  relaciones más ricas  y  amorosas con los demás seres humanos, o el cambio de  las  condiciones del  mundo que causan el  sufrimiento humano,   es posible que  la  actividad de oración del  individuo fracase."

               El  concepto  erróneo más común de todos es que  la  meditación es una forma religiosa de manipulación sicológica.   Puede tener valor como medio para bajar la presión sanguínea o para aliviar la  tensión.   Incluso, puede  ofrecernos algunos discernimientos significativos al ayudarnos a ponernos en contacto con nuestra mente subconsciente. Pero la idea de un contacto real y de comunión con la esfera de existencia espiritual suena como algo anticientífico y vagamente irrazonable. Si piensas que  vi- vimos  en  un  universo puramente físico, considerarás la  meditación como una buena manera para obtener un patrón de onda cerebral alpha. (La Meditación Trascendental intenta proyectar exactamente esta imagen, lo cual la hace sumamente atractiva para los hombres y las mujeres seculares). Pero si crees que vivimos  en  un  universo creado por  el   Dios infinito y personal que  se deleita en  que  nosotros tengamos comunión con él, en- tenderás la meditación como una comunicación entre el Amante y el  ser amado.   Eso  fue  lo que  dijo Alberto el  Grande  con las siguientes  palabras:   "La  contemplación  de  los  santos  es  pro- movida por el amor del Ser a Quien contemplan: es decir, Dios".

               Estos   dos   conceptos   de   meditación  están  completamente opuestos.   El uno  nos confina  a una experiencia totalmente humana; el otro  nos lanza a un encuentro de lo divino con lo hu- mano.   El uno habla acerca de la exploración del subconsciente; el  otro  se  refiere  a  "reposar en  Aquél  a  quien  hemos   hallado, quien  nos  ama,   nos  oye, viene  a  nosotros y nos  acerca a  él".12 Los dos pueden parecer religiosos y aun usar la jerga religiosa, pero el primero, en último análisis, no puede hallar lugar para la  realidad espiritual.

               ¿Cómo, entonces  podemos   llegar  a  creer  en  el   mundo  del espíritu?  ¿Mediante  la  fe ciega?  De ninguna manera.   La  realidad interna del   mundo espiritual está disponible para todos los que  estén dispuestos a  buscarla.   Con frecuencia  he  descubierto  que   aquellos   que   con  tanta  libertad  desprestigian  el mundo  espiritual,   nunca  se  han  tomado  ni   siquiera  diez  mi- nutos para investigar si tal mundo existe realmente o no. Como en  cualquier otro  empeño  científico,   nos  formamos  una  hipó- tesis y experimentamos con ella para ver si es verdadera o no. Si nuestro primer experimento falla, no desesperemos, ni  califiquemos  todo el  asunto de fraudulento.   Volvamos a examinar nuestro  procedimiento,  y tal  vez ajustemos la hipótesis y volvamos  a hacer el experimento. Por  lo menos,   debiéramos tener la sinceridad de perseverar en este trabajo hasta el mismo punto en que  lo haríamos en cualquier campo de la ciencia. El  hecho de que muchísimos no estén dispuestos a hacer eso, no traiciona su inteligencia, sino su  prejuicio.


 El deseo de oír la voz viviente de Dios


               Hay ocasiones en que todo lo que hay dentro de nosotros dice "sí" a las  siguientes líneas de Frederick W. Faber:

Sólo sentarme y pensar en  Dios,
[Oh, qué  gozosa emoción!
Tener el pensamiento y respirar el Nombre:
[No hay en  la tierra mayor bendición!"

               Pero  los que meditan saben que  la reacción más frecuente es la inercia espiritual, una frialdad y falta de deseo. Parece que  los seres  humanos  tienen  una  tendencia  perpetua  a  que   alguna otra  persona  hable  con  Dios   por   ellos.   Nos  contentamos  con recibir el mensaje de segunda mano.   En el Sinaí,  el pueblo clamó a  Moisés:   "Habla tú con nosotros,  y nosotros oiremos;  pero  no hable Dios con nosotros, para que  no muramos" (Éxodo 20:19).Uno de los errores fatales de Israel fue que insistió en tener un rey humano, en  vez de confiar en el gobierno teocrático de Dios sobre ellos. Podemos detectar un dejo de tristeza en las palabras del Señor: "... a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos" (1 Samuel 8:7). La historia de la religión es la historia de una lucha casi   desesperada por  tener un rey, un mediador, un sacerdote, un intermediario.   De esta manera,  no tenemos que acudir a Dios  personalmente.   Tal enfoque  nos  salva de  la  necesidad de cambiar, pues estar en  la  presencia de Dios es cambiar. Este sistema es muy conveniente porque nos da la ventaja de la respetabilidad religiosa, sin exigirnos transformación moral.

               Esa es la razón por la cual la meditación es tan amenazadora para nosotros. Osadamente nos llama a que  entremos de modo personal   en  la  presencia  viviente  de  Dios.   Nos  dice  que   Dios habla en el continuo presente y quiere dirigirse a nosotros. Je- sús y los escritores del Nuevo Testamento indicaron claramente que esto no es sólo para los profesionales religiosos -los sacer- dotes-, sino  para todos.   Todos  los que  reconocen a Jesucristo como Señor constituyen el sacerdocio  universal de Dios y, como tales, pueden entrar al lugar santísimo y conversar con el Dios vivo.

               Parece  muy  difícil   hacer creer a  las  personas,   que  pueden oír la voz de Dios. Los miembros de la  Iglesia del  Salvador, en Washington, D. C., han estado haciendo experimentos en este campo durante  algún  tiempo.   He  aquí   la  conclusión  de  ellos:

"Pensamos que somos personas de los siglos XX y XXI; no obstante,  tenemos  indicaciones de que uno  puede recibir instrucciones tan claras como las que  se dieron a Ananías: 'Levántate, y ve a la calle que  se llama Derecha' (Hechos 9:11)"

               ¿Por qué no?  Si   Dios  está vivo  y  activo en los  asuntos de  los  seres hu- manos, ¿por qué no puede ser oída y obedecida su voz hoy? Claro que puede ser oída, y es oída, por todos aquellos que lo conozcan cómo actual Maestro y Profeta.

¿Cómo recibimos el deseo de oír su voz?

"Este deseo de volver es un don de gracia. Cualquiera que  imagine que  simplemente puede  comenzar a  meditar  sin pedir el deseo  y la gracia para comenzar la  meditación, debieran tomarse como una promesa implícita para las posteriores gracias"

               El   hecho  de buscar y recibir ese "don  de gracia" es lo único que  puede mantenernos moviéndonos hacia adelante en la jornada interna.

Preparación para meditar


                Es   imposible  aprender  en  un  libro  la  manera  de  meditar. Aprendemos  a  meditar,   meditando.   Algunas  sugerencias  sencillas en el tiempo correcto, sin embargo, pueden establecer una gran  diferencia.   Las   indicaciones  prácticas y  los  ejercicios  de meditación que  se dan en las siguientes páginas, se ofrecen con la esperanza de que puedan ayudar en la actualidad en la práctica  de  la  meditación.   No  son  leyes,   ni   tienen  el   propósito de confinarte; más bien,  son  unas pocas  de las ventanas que  hay hacia el mundo interior.

               Cuando se haya logrado cierto aprovechamiento en  la  vida interior,   es   posible  practicar  la   meditación  casi   en  cualquier parte y  bajo  cualquier  circunstancia.   Tanto  el   hermano  Lawrence en el siglo  XVII, como Thomas Kelly en el siglo  XX, dan elocuente  testimonio  de  este  hecho.   Habiendo  dicho  esto,   sin embargo, tenemos que comprender la importancia de que  principiantes y  expertos por  igual dediquen alguna parte de  cada día a la meditación formal. Si incontables millares de personas pueden apartar veinte minutos dos veces al día para recitar un versículo védico de invocación mística, no debemos tener menos dedicación a los ratos establecidos para la meditación.

               Tan  pronto  como lleguemos  a  la  convicción de  que  necesitamos apartar ratos específicos para la contemplación, tenemos que cuidarnos de la idea de que realizar ciertos actos religiosos en  determinados momentos significa que, finalmente,  estamos meditando. Esta actividad envuelve toda la  vida. "Orad sin cesar", exhortó Pablo (1 Tesalonicenses 5:17). Con  una pincelada de humor, Pedro de Celles dijo: "... el que ronca en la noche del vicio  no puede conocer la  luz  de la contemplación".
               Tenemos  que  llegar  a  comprender,   por tanto,   cuán  funda- mental   todo  nuestro  día  es   en   la   preparación  para  los   ratos específicos  de  meditación.   Si   constantemente  nos está arrebatando la  actividad frenética,   no  podremos estar atentos al   momento del  silencio interno. Una mente que está atormentada y fragmentada por los asuntos externos, difícilmente estará pre- parada para la  meditación.   Los  Padres  de  la   iglesia hablaron frecuentemente  acerca del otium sanctun: "ocio  santo".   La  ex- presión  se  refiere  a  un  sentido  de equilibrio en la vida,   a  una capacidad para uno estar tranquilo en medio de las actividades del   día,   una  capacidad  para  descansar   y  tomar  tiempo  para disfrutar la belleza, una capacidad para regular nuestros pasos. Con la  tendencia que tenemos a  definir a  las personas en función de lo que producen, haríamos bien en cultivar el "ocio santo". Y  si   esperamos tener éxito en  el   arte de  la  contemplación, tenemos que proseguir el "ocio santo" con una determinación in- sensible a la libreta en que anotamos los compromisos.

               ¿Y qué diremos del   lugar para la  meditación? Este aspecto lo  explicaremos   detalladamente   cuando  estudiemos  la  disciplina del   retiro.   Por ahora bastan unas pocas palabras. Consigue un lugar que sea tranquilo y esté libre de  interrupciones. No debe haber teléfono cerca. Si  es  posible conseguir un lugar desde el cual puedan observarse los árboles o las plantas, mucho mejor.   Es   mejor  tener  un  lugar  determinado,   y  no  buscar  un sitio diferente cada día.

               ¿Y   la   postura?  En  cierto  sentido,   la  postura  no  establece ninguna diferencia en absoluto; puedes orar en cualquier parte, a  cualquier hora y  en cualquier posición.   En  otro sentido,   sin embargo, la posición es  de  absoluta importancia. El   cuerpo, la mente y el espíritu son inseparables.  La tensión del  espíritu se transmite  en  lenguaje  corporal.   He  visto  personalmente  a  individuos que pasan todo  un culto de adoración masticando chicle, sin que tengan la más leve conciencia de su profunda tensión  interna. La postura externa no sólo refleja el estado interno, sino que también puede ayudar a alimentar la actitud interna de oración. Si internamente estamos atestados de distracciones y  ansiedad,  una  postura  de  paz  y  relajamiento  escogida  conscientemente,   tendrá  la  tendencia  a  calmar nuestra  agitación interna.

               No hay ninguna ley que prescriba una postura correcta. En la  Biblia aparecen todas: desde la posición en que el individuo se  postra en tierra hasta la  posición de  pie con  las manos y  la cabeza levantadas hacia el   cielo.   La posición del  loto, que usa la religión oriental, es simplemente otro ejemplo -nouna ley- de  postura. El mejor enfoque sería conseguir una posición que sea la  más cómoda y la que permita menos distracción.   El   deleitoso  místico  del  siglo  XIV, Richard  Rolle,   favorecía  la posición  sentada:  "... porque yo sabía que ... duraba más ... que andar, o estar de  pie,   o estar de  rodillas.   Porque sentado estoy más descansado,   y  mi   corazón está más hacia arriba"." Estoy muy de acuerdo, y me parece mejor sentarme en una silla recta, con la  espalda correctamente colocada en la  silla y los dos pies descansando completamente en el piso.   La postura desgarbada indica falta  de  atención,   y  las  piernas  cruzadas restringen la circulación sanguínea.   Algunas veces  es  bueno cerrar los  ojos a   fin   de   quitar   las  distracciones   y  centrar  la  atención  en  el Cristo viviente. En otras oportunidades ayuda el mirar los bellos   árboles  y  plantas  con  el   mismo  propósito.   Sin  considerar cómo se haga, el  objetivo es centrar la  atención del   cuerpo, las emociones, la  mente y el espíritu en "la gloria de Dios en la  faz de Jesucristo" (2 Corintios 4:6).

Cómo meditar: primeros pasos


                Al   mundo  interno  de  la  meditación  se  entra  de  la manera más fácil, a través de la puerta de la imaginación. En el día de hoy  no  apreciamos el   tremendo  poder de esta puerta.  La imaginación  es  más  fuerte  que  el   pensamiento conceptual   y  más fuerte  que  la   voluntad.   En  el   Occidente,   nuestra tendencia  a deificar los méritos del  racionalismo -claro que los tiene- ha hecho que pasemos por  alto el valor de la imaginación.

               Algunos  individuos  pueden tener  la  capacidad de  contemplar  en  un  vacío  sin  imagen,   pero  la  mayoría  necesita  estar arraigados  más  profundamente  en  los  sentidos.   Jesús  enseñó de  esta manera,   apelando constantemente a  la imaginación y a los sentidos. En su obra Introduction to the Devout Life, Francisco de Sales escribió:

Por   medio   de   la   imaginación  confinamos   nuestra  mente dentro del   misterio en  el cual  meditamos, para que  no vague de  una parte para  otra,  así   como encerramos un  pájaro en  la jaula, o como atamos un  halcón con una traílla para que  permanezca cerca.   Algunos tal vez te  digan que  es mejor   usar el simple pensamiento de la fe y concebir el tema de una manera completamente mental y espiritual en la representación de los misterios o, de  otro  modo, imaginar que  las cosas  ocurren en tu propia alma.   Este método es demasiado sutil para los principiantes.

               Nosotros simplemente tenemos que convencernos de la importancia  de  pensar  y  experimentar  por  medio  de  imágenes. Eso nos venía espontáneamente cuando éramos niños, pero durante años se nos ha enseñado a descartar la imaginación, aun a  tenerle  miedo.   C.   G. Jung,   en  su  autobiografía,   describe  lo difícil que fue  para él   humillarse y volver a jugar con la imaginación  como un  niño.   También  indica  el   valor  de  esa experiencia. Precisamente, así como los niños necesitan aprender a pensar lógicamente, los adultos necesitan volver a descubrir la mágica realidad de la imaginación.

               Ignacio de  Loyola, en  su libro Spiritual Exercises of St. Ignatius,   constantemente  anima  a  sus  lectores  a  representarse mentalmente las historias del   Evangelio.   Toda  contemplación que  él  dio estaba diseñada para abrir la imaginación.   Incluyó una meditación que es un intento por ayudar a utilizar los cinco sentidos  cuando  nos   representamos  mentalmente  los  eventos del   Evangelio.   El   volumen de  ejercicios de  meditación, con  su hincapié  en   la  imaginación,   ejerció  una  tremenda  influencia hacia lo bueno en  el siglo XVI.

               Para  aprender  a  meditar  podemos  comenzar  con  nuestros sueños, ya que eso envuelve sólo un poco más de atención a algo que  ya  estamos haciendo. Durante quince siglos, los cristianos mayormente consideraron que los sueños eran una manera natural en que el mundo espiritual irrumpía en nuestra vida. Kelsey,   quien  escribió  el   libro  Dreams:   The   Dark   Speech  of the Spirit, anota: "... todos los principales Padres de la iglesia primitiva, desde Justino Mártir hasta Ireneo, y desde Clemente y Tertuliano hasta Orígenes y Cipriano, creyeron que los sueños eran un medio de revelación"."

               Con  el   racionalismo  del   Renacimiento  vino  cierto  escepticismo  acerca  de  los  sueños.   Luego,   en  los  días  formativos  del desarrollo  de  la  sicología,   Freud  hizo  hincapié  esencialmente en  el   lado  negativo  de  los sueños, ya que casi toda su investigación se dedicó a la enfermedad mental. Por tanto, los hombres modernos han tenido la tendencia de pasar completamente por alto los sueños, o de temer que el interés en  ellos pudiera conducir a la neurosis. No tiene que ser así; de hecho, si les ponemos atención a los sueños, pueden ayudarnos a hallar creciente madurez y salud.

               Si estamos convencidos de que  los sueños pueden servir como llave  para  destrancar  la  puerta  del   mundo  interno,   podemos hacer tres  cosas  prácticas.   En primer lugar,   podemos orar específicamente para invitar  a  Dios  a  que  nos   informe  a  través de  los  sueños.   Debemos decirle  que  estamos dispuestos  a  permitir que nos  hable de esta manera.   Al mismo tiempo, es prudente pedirle protección, ya que el hecho de abrir nuestras puertas   a   la  influencia  espiritual   puede   ser   peligroso,   así   como también puede ser provechoso. Simplemente le pedimos a  Dios que nos  rodee de su protección mientras él mismo se comunica con nuestro espíritu.

               En  segundo  lugar,   debemos   comenzar   a  escribir  nuestros sueños. Las personas no recuerdan los sueños por cuanto no les ponen atención. El  hecho de llevar un registro de nuestros sueños es. Una manera de tomarlos en serio. Por supuesto, es necio considerar que  todo  sueño es  tan profundamente  significativo como una revelación de Dios.   La  única actitud que es aún más necia  es   la   de   considerar  que  todos   los   sueños  son  sólo  algo caótico  e  irracional.   Al  escribir nuestros sueños,   comienzan  a surgir   ciertos  patrones  y  vienen  ciertos  discernimientos.   No pasará mucho  tiempo antes que  nos  sea fácil   distinguir entre los sueños significativos y los que son el resultado de haber visto una película en  horas avanzadas de la  noche  anterior.

               Esto nos  lleva a  la  tercera consideración: cómo interpretar los  sueños.   La  mejor manera  para  descubrir  el   significado  de los sueños consiste en pedir.   "... no tenéis lo que  deseáis, por- que no pedís" (Santiago 4:2). Podemos confiar que Dios nos dará discernimiento,   si   lo necesitamos y  cuando  sea  necesario.   Algunas  veces  resulta  útil   buscar  a  aquellos que  tienen capacidades  especiales  para  estas  cosas.   Benedicto  Pererius,   un je- suita del  siglo  16, sugirió que  el  mejor intérprete de sueños es "... la persona que  tenga abundante experiencia en  el mundo de los asuntos de la humanidad, y que tenga un amplio interés en  todo lo humano, y que  esté accesible a la voz de Dios"."

Cómo meditar: ejercicios específicos


                Hay un avance progresivo en  la  vida espiritual. No es prudente emprender la escalada al  monte Everest del alma, antes de haber tenido alguna experiencia en picos más bajos. Así que yo recomendaría comenzar con un período diario de cinco a diez minutos. Este tiempo se dedica a "concentrarse", o como decían los contemplativos de la Edad Media, a "evocar".   Es un tiempo para lograr la quietud, entrar en el silencio recreador, permitir que  la fragmentación de nuestra mente se concentre.

               Presento,  a  continuación,   algunas sugerencias que te  ayudarán a meditar. Internamente, puedes orar como sigue: "Señor, te entrego la ira que siento contra Juan. Renuncio al temor que me  produjo la  cita con el odontólogo esta mañana.   Te entrego mi   afán por  no tener suficiente dinero para pagar las cuentas de este mes. Renuncio a la frustración que  me vino al tratar de hallar alguna persona para que  se quedara con los niños esta noche".  Luego de varios momentos de entrega, levanta tus manos como símbolo de tu deseo de recibir del Señor.   Tal  vez ores en  silencio:' "Señor,   me  gustaría  recibir  tu  amor  divino  para Juan, tu paz con respecto a la cita con el odontólogo, tu paciencia, tu gozo". Después de haberte concentrado, pasa el resto del tiempo  en  completo  silencio.   No  pidas  nada.   Permite  que   el Señor te  hable, que  te amé.   Si percibes algunas impresiones o instrucciones, bien; si no, bien.

               Otra meditación que te ayuda a concentrarte comienza con- centrándose uno  en  la  respiración.   Después de sentarte cómodamente,   poco a  poco ve pensando en  tu respiración.   Haz una oración internamente como la  que  sigue:   "Señor,   exhalo mi te- mor  al  examen de Geometría; inhalo tu paz.  Exhalo mi  apatía espiritual; inhalo tu luz y tu vida".   Luego,   quédate en silencio externamente y en el sentido interno. Está atento al Cristo que vive en  ti.   Si tu atención divaga hacia la  carta que  tienes que dictar,   o hacia  las  ventanas  que   hay  que  limpiar,   exhala  ese asunto en los brazos del Señor y toma su divino aliento de paz. Luego,   vuelve a oír.

               Termina cada meditación con una genuina expresión de acción de gracias.

               Después  que  hayas  logrado  alguna  experiencia  en  la  concentración, agrega un  período  de  cinco  a  diez  minutos de  meditación en algún aspecto de la creación. Escoge algo del mundo creado: un árbol, una planta, un ave, una hoja, una nube; y cada día reflexiona en  ello  con detenimiento y oración.   Dios, quien hizo los cielos y la tierra, usa su creación para mostrarnos algo de su  gloria y darnos algo  de su  vida. "La manera más simple y más antigua ... en  que Dios se manifiesta es ... a través de la  tierra y en  la  tierra misma.   Y él aún nos habla a través de la  tierra  y del   mar,   de  las aves que  hienden los aires y de  los pequeños seres vivientes del mundo, si nosotros podemos tranquilizarnos  y  ponerle  atención.'?'   No  debemos  pasar por   alto los medios de gracia de Dios. Evelyn Underhill nos advierte lo siguiente:

               Eludir la naturaleza, rechazar su amistad e intentar saltar el  río  de  la  vida con la  esperanza  de hallar  a  Dios  en  el   otro lado   es el error común de un misticismo pervertido ... Así que debes  comenzar con aquella primera forma de  contemplación que   los  antiguos  místicos  algunas  veces  llamaron  "el   descubrimiento de Dios a través de sus criaturas"."

               Después de practicar durante algunas semanas las sugerencias de meditación que acabamos de mencionar, querrás agregar la meditación bíblica. Como el eje de una rueda, así la  meditación bíblica llega a ser el punto de referencia central por el cual se mantienen en su adecuada perspectiva todas las demás meditaciones. Todos los maestros consideran la meditatio Scripturarum  como  el   fundamento  normal   de  la  vida  interior,   En tanto  que  el  estudio bíblico  se  centra en  la  exégesis,   la  meditación bíblica se fundamenta en la  internación y en la aplicación  personal   del   pasaje.   La   Palabra  escrita  se  convierte  en palabra viviente por medio  de la  cual Dios te  dirige.

               Toma un sólo evento como la  resurrección, o una parábola, o unos  pocos versículos,   o aun una  simple palabra, y  permite que se arraigue en ti. Trata de vivir esa experiencia, y recuerda el consejo de Ignacio de Loyola en el sentido de aplicar los cinco sentidos a la tarea. Percibe el olor del mar. Oye el vaivén de las aguas en la  costa. Ve la multitud. Siente el sol sobre tu cabeza y el hambre en tu estómago. Tómale el sabor a la sal en el aire. Toca el  borde del  vestido del   Señor.   Francisco de Sales nos  da las siguientes instrucciones:

... represéntate  en  la  imaginación  todo  el   misterio  en  el cual deseas meditar, como si realmente ocurriera en su presencia. Por ejemplo, si deseas meditar en el Señor Jesucristo cuando estaba en la cruz,   imagínate que estás en el monte Calvario, y que  allí   ves  y  oyes  todo  lo que   se  hizo  o se  dijo el   día  de  la crucifixión.

               Cuando entras en la historia, no como un pasivo observador, sino como un activo participante, recuerda que por cuanto Jesús vive  en  el  eterno ahora y  no está limitado por  el  tiempo, este evento pasado es una experiencia viviente actual para él.   Por tanto, encuentras realmente al  Cristo viviente en el evento;  él te puede dirigir su voz y puedes ser tocado por su poder sanador. Esto puede ser más que  un ejercicio de la  imaginación; puede ser una genuina confrontación. Jesucristo vendrá realmente a ti. El  tiempo de meditación no es para hacer estudios técnicos de las palabras, ni para el análisis, ni siquiera para copiar materiales  para  compartir con  los  demás.   Aparta todas  las  tendencias hacia la  arrogancia y, con un corazón humilde, recibe la  palabra que  Dios te  dirige.   A menudo, encuentro que  estar de  rodillas  es  algo  especialmente  apropiado  para  este  tiempo específico.   Dietrich  Bonhoeffer dijo:  "... así  como no  analizas las palabras de un ser que  amas, sino  que  las aceptas tal como se  te  dicen,   acepta la  Palabra de  Dios  y pésala en  tu corazón, como lo hizo María.   Eso es todo.  Eso  es meditación"." Cuando Bonhoeffer fundó  el  seminario en  Finkenwalde, se convino  en establecer media hora de meditación conjunta en  la  Escritura, y ésta fue una práctica para todos los seminaristas y los miembros  de la  facultad.

               Es  importante resistir la  tentación de pasar por encima de muchos pasajes bíblicos superficialmente. Nuestra premura re- fleja el estado interno en que  nos encontramos, y este estado es el que  necesita ser transformado. ¡Bonhoeffer recomendó pasar toda una semana en  un solo texto!   Además,   querrás vivir con el texto escogido a través de todo el día.

               Otra forma de meditación tiene como objeto  llevarte a una profunda  comunión  con el   Padre  en  que  lo miras  a  él,   y  él  te mira a ti.   Imagínate que estás andando por un bello sendero en el bosque.   Tómate tu tiempo y permite que el estridente ruido de la  inmensa ciudad moderna sea dominado por  el murmullo de las hojas y  de las frescas  corrientes de  la  floresta.   Después de  observarte  un  rato,   toma  la   perspectiva  de  uno   que   está caminando,   en  vez de  tomar la de  uno  que  está siendo observado.   Trata  de  sentir  la  brisa  en  tu  cara,   como si   estuvieras llevándote suavemente toda la  ansiedad. Détente en el camino a  pensar en  la  belleza de  las flores  y las aves.   Cuando puedas experimentar la  escena con todos  los sentidos, el  sendero va  a parar sobre una loma bella y herbosa. Sal a caminar por la gran pradera frondosa rodeada de imponentes pinos.   Después de ex- plorar  la   pradera  un  rato,   acuéstate  de  espaldas  mirando  al cielo azul  y  a  las nubes  blancas.   Disfruta  de  los  paisajes y de los olores.   Da gracias al Señor por la belleza.

               Otra de las  sugerencias de meditación es en algunos sentidos completamente lo opuesto a la  que  acabo de explicar. Consiste en  meditar en  los eventos  de  nuestro tiempo y tratar de percibir su significación. Tenemos la obligación de penetrar en el   significado  más   profundo  de  los eventos   y  de  las  presiones políticas,   no  para  conseguir  el   poder,   sino  para  conseguir  la perspectiva profética. Thomas Merton dijo que  la persona

... que ha meditado en la pasión de Cristo, pero no ha meditado  en  los  campos   de  exterminio  de  Dachau  y  Auschwitz, aún no ha entrado en la experiencia del cristianismo de nuestro tiempo ...  En  realidad, el contemplativo, por encima de todo, debe  rumiar estas terribles realidades que  son  muy sintomáticas, muy importantes, muy proféticas."

               ¡Esta forma de meditación se realiza mejor con la Biblia en una mano y el periódico en la otra!  Sin embargo, no tienes que ser controlado por las absurdas frases políticas gastadas, ni por la  propaganda que  nos  atosiga hoy. Realmente,   los periódicos por   lo  general   son  tan  exageradamente  superficiales  y  están tan parcializados que no sirven de mucha ayuda.  Nosotros haríamos bien en presentar los eventos de nuestro tiempo delante de Dios, y pedirle que nos dé discernimiento profético para comprender a dónde conducen estas cosas. Además, debiéramos pedirle que  nos guíe en  cuanto a  cualquier cosa que  debiéramos hacer personalmente para ser sal   y luz  en  nuestro mundo de- cadente y tenebroso.

               No tienes que desanimarte si al comienzo las  meditaciones no tienen ningún significado.   Estás aprendiendo un arte en el cual   no  has  recibido  ningún  entrenamiento.   Nuestra  cultura tampoco  te  estimula  a  desarrollar estas  capacidades.   Estarás nadando  contra  la  corriente;   pero  anímate,   tu tarea es de  inmenso  valor.

               Hay muchos otros aspectos en la disciplina de la meditación que pudiéramos haber considerado con provecho. Sin embargo, la  medición no es  un  hecho  aislado, ni  puede completarse a la manera como uno  termina la  construcción de una silla. Es un modo de vida. Estarás aprendiendo y creciendo constantemente mientras sondeas las  profundidades internas.